19 de marzo de 2016

EL REFLEJO

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El reflejo de los charcos me dice quién soy.
Me devuelve la mirada desde abajo, desafiante, sucio, lleno de pasado.
Además, aparece y desaparece, está solo algunos días y los otros no molesta, me deja vivir.

El reflejo de los espejos de mi casa me dice quién quiero ser.
Estratégicamente colocados, dándome una imagen amigable, son conocidos, amigos que te observan incluso en la oscuridad y guardan tus secretos.
A veces decimos que si las paredes hablaran...
pero menos mal que los que callan seguro son los espejos.

El reflejo en los escaparates me dice en quién no debo convertirme.
Me habla de que mire más allá de esa ropa bonita, de todas las cosas que no necesito aunque me hagan creer que sí, y que preste más atención a la calle y menos a los neones y a las ofertas.

El reflejo en la pantalla de mi móvil al apagarlo me enseña mis adicciones.
Me hace darme cuenta de que hace días que no estoy a más de tres metros de mi teléfono, que no lo apago ni dormido, que no puedo seguir así. Es un reflejo incómodo, porque me mira muy de cerca, y me lo guardo en el bolsillo y parece que el reflejo siga ahí.

El reflejo en el espejo del copiloto del coche me enseña que aún tengo cosas buenas.
Siempre lo dejo bajado, enfocando a mis ojos, a esa franja en la que está mi mirada y mi cerebro y que es la parte que más me gusta de mí. La que siempre dice la verdad y nunca se deja achantar, la que batalla cada día por no bajar la guardia, la que lleva 28 años sin dormir.

Conocerse es saber distinguir los secretos que guardan nuestros diferentes reflejos.

Innormal.
Carlos Miguel Cortés.




Enlaces:
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13 de marzo de 2016

TU MUSA

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Convéncete primero de que le caes simpático,
de que lo pasa bien cuando sale contigo.
Llévala a casa luego, sírvele un par de copas
y, en un momento dado, mordisquéale el cuello.
Unas veces querrá pasar al dormitorio,
otras alegará una indisposición
y otras te contará su vida por entregas.
Muéstrale en cada caso la dosis de cariño
que te pidan sus ojos. Sé generoso siempre.
Trata de conservarla como sea a tu lado.
Sin ella, sin tu musa, no eres nadie, poeta.


Luis Alberto de Cuenca.


10 de marzo de 2016

6 de marzo de 2016

NO ME JUZGUES, CONÓCEME.


El final de otro trimestre se acerca y con ello cada educador, maestro, profesor, debe realizar la evaluación de cada uno de sus alumnos. 
En ello estaba cuando me he puesto a pensar en la importancia que conlleva evaluar. No solo se trata de saber quién progresa adecuadamente, quién necesita mejorar o quién es el mejor de la clase.
Se trata de más, de mucho más. 
Una de las funciones como maestro es la de evaluar a cada uno de sus alumnos y para ello se le proporcionan los medios adecuados que le ayudarán a realizar esta difícil tarea.
Uno de los recursos más importantes es la observación directa y diaria de cada uno de sus alumnos. 
Los maestros deben estar atentos a los cambios significativos que se dan en sus alumnos, de su nivel de implicación en las tareas, de sus retrocesos y progresos. Pero no solo deben limitarse a observar lo que a simple vista se ve, a aquella información que se le proporciona a través de las palabras. Hay que mirar mucho más adentro, con mucha más profundidad para poder evaluarlos, para conocerlos con mejor precisión, ya que podemos cometer el error de equivocarnos.

Esta evaluación la sufriremos como alumnos pero también como adultos. En nuestro día a día, en nuestras relaciones de amistad, con nuestros compañeros de trabajo, con aquellas personas que entran y salen de nuestras vidas.
Estamos en una constante evaluación y esta, ya no es realizada por ningún maestro sino que la puede realizar cualquier persona sin ninguna potestad para ello. Son esos que se llaman a sí mismos, "maestros de la vida".

Esos maestros de la vida que sí creen saber lo que es bueno o malo, que se dedican a juzgar a las personas que se cruzan en sus vidas, que creen tener la verdad suprema en cada palabra que pronuncian. Esos políticos de la verdad.

En esta sociedad en la que vivimos no hay tiempo para el reposo, estamos en una constante evaluación, todo el mundo juzga cualquier aspecto de nuestra personalidad. Si eres buen hijo, buen compañero, buen amigo, buena pareja...buena persona en general.

¿Y qué es ser buena persona? ¿Quién lo es? 
Si tenéis la respuesta por favor ilustradme porque no lo tengo nada claro.

No me extraña que cada vez nos cueste más ser nosotros mismos. Esos que de niños éramos transparentes, esos que mirábamos con ojos cargados de verdad, esos que no necesitaban de ninguna careta para sobrevivir.
Ser uno mismo ya no está de moda. Ahora lo que se estila es ocultarnos bajo lo que no somos, lo que la gente espera de nosotros, lo que la sociedad quiere que seamos.
Caretas, simplemente caretas.
Y mucha de la culpa la tienen aquellas personas que se dedican a juzgar lo que somos o lo que deberíamos ser desde su propia perspectiva. Ese punto de vista que puede ser correcto para ellos pero nada válido para otras personas. 
Por ello, nunca te creas todo lo que dicen de ti (ni lo muy bueno ni lo muy malo) y mucho menos te dejes influenciar por ello. ¿Cómo te van a conocer realmente si a veces no nos conocemos ni nosotros mismos?.
Tendrás situaciones en las que te harán dudar de quién eres y de lo que realmente proyectas en ellos. Hazlo, duda, evalúate. Ese es el mejor ejercicio que uno puede realizar, el de cuestionarse a sí mismo. 
Si estaban en lo cierto, vuelve atrás y retoma el camino que dejaste. Pero si la respuesta es que tú no eres a quien ellos creen juzgar, sigue tu propio camino. Puede que ellos sean los que estaban equivocados y no lo sepan aún. 
Tú eres el único que se conoce realmente.

No debemos cometer el error de juzgar a nadie como tampoco idealizarlo. Ni siquiera a nosotros mismos. 
Aquí no hay nadie especial, o tal vez, todos seamos especiales. Puede que queramos diferente, pero al final todos queremos lo mismo. 

Antes de ver y juzgar a la ligera, indaguemos, tomémonos el tiempo necesario para conocer a las personas, entender sus porqués, el cómo han llegado hasta aquí, las trabas que tuvieron que superar y los valores que le definen. Si no lo hacemos puede que alguien esté cometiendo el mismo error con nosotros.

El mundo no se divide en personas buenas o malas, todos tenemos luces y sombras dentro de nosotros, lo que importa es la parte a la que obedecemos. Eso es lo que realmente somos.

No sé a vosotros, pero a mí me gusta mi sonrisa cuando estoy feliz y también mis ojos cuando derraman alguna lágrima.

Mi cara, no es perfecta, pero es la mía. Y de nadie más.

Así que no esperes mi careta. Y si la ves...párate y quítate la tuya.


Anuska.




Manuel Lombo - Qué sabe nadie