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Convéncete primero de que le caes simpático, de que lo pasa bien cuando sale contigo. Llévala a casa luego, sírvele un par de copas y, en un momento dado, mordisquéale el cuello. Unas veces querrá pasar al dormitorio, otras alegará una indisposición y otras te contará su vida por entregas. Muéstrale en cada caso la dosis de cariño que te pidan sus ojos. Sé generoso siempre. Trata de conservarla como sea a tu lado. Sin ella, sin tu musa, no eres nadie, poeta.
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