16 de diciembre de 2015

Te Quiero

El muro de los Te quiero.
París


Y de pronto, mi madre me cogió y me abrazó.
- Te quiero - me dijo al oído.
- Yo también - le contesté, pero noté cómo le cambiaba el rostro...
- ¡No, no! - me recriminó-. Yo también no es un te quiero, no lo olvides, no lo olvides nunca.
- Te quiero mamá. ¡Te quiero! ¡Te quiero! - le grité.

   Te quiero, quizá las dos palabras más complicadas de decir a un padre, quizá las dos palabras más complicadas de decir a un hijo. Sobre todo, cuando se ha superado la infancia y llega la adolescencia. Es como si, con el avanzar de los años, esas dos palabras tuvieran cada vez más letras. Se vuelven, sin razón aparente, más incómodas, mas complicadas...y se quedan escondidas en algún lugar perdido a la espera de utilizarlas con la pareja, es entonces cuando vuelven con fuerza desmedida.
   Las utilizamos al besar, al hacer el amor, al abrazar, al apretar un cuerpo ajeno que sentimos propio. Pero pasan los años y, poco a poco, vuelven a perderse entre la rutina del día a día hasta que llega un hijo y, en la cuna, en la cama, en cada pequeño momento las vuelves a decir sin mesura...hasta que crece, llega la adolescencia y vuelven a desaparecer...Desaparecen y ya solo regresan ante hechos trágicos: ante una enfermedad, en la cama de un hospital, tras un accidente...justo cuando creemos que el tiempo se acaba.
   Te quiero, dos palabras tan sencillas como complicadas, tan presentes como esquivas, tan pequeñas como el amor cuando se olvida, tan grandes como la felicidad que trae una nueva vida.


Eloy Moreno
-El Regalo-


No hay comentarios:

Publicar un comentario