26 de octubre de 2015

El Principito




- Ve a ver de nuevo a las rosas. Comprenderás entonces que la tuya es única en el mundo. Después regresa a decirme adiós y te haré participe de un secreto.

El principito se fue a ver de nuevo a las rosas y les dijo:


- En realidad no os parecéis en nada a mi rosa, ni sois nada todavía. Nadie os ha domesticado ni vosotras habéis domesticado a nadie. Sois como era mi zorro. Antes de que lo domesticara era un zorro igual a otros cien mil. Ahora que lo he hecho mi amigo, es un zorro único en el mundo.


Y las rosas se mostraron muy molestas.


- Sois realmente hermosas, pero vacías - añadió el principito -. Uno no se siente impulsado a dejarse morir por vosotras. Cualquiera pensará que mi rosa se parece a vosotras; pero ella sola es para mí más importante que todas vosotras juntas, porque ella es la que he regado. Ella es la que cubrí con el globo de cristal. Ella es la que resguardé con el biombo. Ella es la que libré de las orugas que le molestaban, dejando solo aquellas que se volvieron mariposas. Ella es la rosa que escuché quejarse, alabarse o mantenerse callada. 

En fin, ella es mi rosa.

Y se dirigió hacia donde estaba el zorro.


- Adiós - le dijo.

- Adiós - repuso el zorro-. He aquí mi secreto. Es muy sencillo. Consiste en que no se ve bien sino con el corazón, pues lo esencial es invisible a los ojos.
- Lo esencial es invisible a los ojos - repitió el principito, a fin de recordarlo.
- Es el tiempo que has perdido con tu rosa lo que la hace tan importante.
- Es el tiempo que he perdido con mi rosa...- dijo el principito a fin de no olvidarlo.
- Los hombres han olvidado esta verdad - dijo el zorro -. Pero tú no debes olvidarla. Eres ahora responsable para siempre de lo que has domesticado.
Eres responsable de tu rosa...
- Soy responsable de mi rosa...- repitió el principito, para acordarse.

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